LA
PRIMERA MUJER TAXISTA
Piedad
Álvarez Rubio nacida en la primera década del siglo XX se
convirtió en la primera taxista de León y de España.
Fue
pionera al dedicarse a una profesión eminentemente masculina.
Con
algo más de 20 años y en 1932 sacó la licencia y tuvo que
reivindicar frente otras mujeres que ella había sido la primera,
aportando como prueba los viejos recortes de periódico de la
entrevista que le realizó Mundo gráfico en 1935.
Su
familia tenía un garaje y viendo a los chóferes y a su hermano ir y
venir con sus coches se animó. «Yo estudié para maestra, aquí en
León, pero tenía que ayudar a mi madre y empecé a trabajar»,
comentaba Piedad en aquella primera entrevista sobre sus inicios.
«La
Peñina», trabajó en el taxi 40 años, hasta 1974, y tenía su
puesto en la antigua parada de Legio VII. Su licencia fue la 49.
«El
último coche que tuvo doña Piedad fue un Seat 800.
Máximo
Cayón Waldaliso, quien fuera cronista de Léon dijo de ella que “Era
una leonesa de primera y enamorada de su profesión”.
En
España no hubo mujeres taxistas hasta pasado mucho más tarde.
Piedad
Alvarez Rubio provocó en la pequeña ciudad de León
(30.000habitantes) un gran revuelo. En una entrevista concedida a
Mundo Gráfico contestaba: «Soy muy serena. Conducir es de una gran
sencillez; sólo hace falta, en primer lugar, poseer esa serenidad,
esa visión segura de las cosas».
Entre
sus anécdotas, cuenta que una vez llevó a un grupo de carteristas.
Les dejó en el sitio indicado, pagaron y así acabó la historia.
Piedad
trabajaba 12 horas, de nueve de la mañana a nueve de la noche, con
un descanso para comer.
Casada
con un taxista, su primer coche llevó la matrícula de León 2897 y
solía sacar al día unas 50 pesetas.
Ser
mujer nunca fue un problema para ella en su profesión. «Hay que
saber hacerse respetar. Yo he llevado a un grupo de hombres solos de
juerga, por ejemplo, y en ningún momento han dejado de respetarme.
El público es conmigo de una total corrección». Para entonces ya
había visto de todo. Maridos con destinos un tanto secretos,
parejas... «Hay que ser discreta. Es como si fuera nuestro secreto
profesional», comentaba.
Además
de por el taxi, fue muy popular por ser la propietaria de una tienda
de ultramarinos en la calle La Rúa.
Vivió
en una de las casas adosadas a la cerca medieval en la calle
Independencia, cerca del bar Los Candiles. Nunca tuvo un accidente.
Se le daba bien la mecánica y reparaba muchas de sus averías.
Al
retirarse, su historia, como la de otros tantos, se fue olvidando.
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